En CIRPIT Review núm. 4 (2013), p. 267-270, Maciej Bielawski recensiona la edición italiana de la Opera Omnia de Raimon Panikkar, con algunas referencias también al resto de ediciones en otras lenguas. Bielawski es autor de una biografía de Panikkar con voluntad abiertamente desmitificadora, y en la mencionada reseña no ahorra críticas a la forma en la que se está publicando la Opera Omnia. ¡Bienvenido sea, el espíritu crítico de Maciej Bielawski, al «mundo Panikkar», un mundo sin duda necesitado de una mirada crítica e independiente!
Sin embargo, como editor de Fragmenta y responsable último, en consecuencia, de la edición catalana de la Opera Omnia Raimon Panikkar, me siento en el deber de introducir algunos matices no menores a la incisiva argumentación de Bielawski.
Bielawski denuncia que la Opera Omnia no contiene la obra completa de Panikkar, que la presentación de sus textos está hecha en clave italiana (según él, las ediciones no italianas de la Opera Omnia de Panikkar son una mera reproducción de la edición italiana), que no se respeta el orden cronológico de los textos, que la ordenación temática constituye en sí misma una interpretación… Son reproches ante los cuales temo que la sonrisa del lector adquiera cierta legitimidad. ¿Desde cuándo unas obras completas diseñadas por el propio autor son obras completas en el sentido estricto indicado por el adjetivo? Es evidente que, cuando un autor recoge su obra en forma de obras completas, lo hace siguiendo un criterio siempre selectivo. Las obras completas de un autor raramente son completas. Y me atrevería a añadir: afortunadamente, las obras completas no acostumbran a ser completas. ¿Acaso todo lo que ha escrito un autor es merecedor de ser incluido en sus obras completas? En la obra de todo autor, y sobre todo en la obra de todo autor prolífico (como es el caso de Panikkar, autor de una obra extensísima), acostumbran a haber pecados de juventud, textos repetitivos, textos escritos por compromiso, textos simplemente desafortunados… No todo es oro puro en la obra de un autor prolífico, y el escritor hará bien en aplicar cierto criterio antológico al reunir su obra completa para evitar que esa obra tenga un valor exclusivamente documental. Es obvio que todas las obras completas diseñadas por el propio autor son obras en última instancia selectas, y sorprende tener que poner negro sobre blanco semejante perogrullada.
Bielawski tiene razón al constatar que toda ordenación de textos constituye en sí misma una interpretación. Es por eso por lo que, en el caso de la ordenación de una obra ajena, lo aconsejable es optar por una disposición de los textos lo más neutra posible. Soy miembro del comité científico que está preparando las obras completas (en edición crítica) de Joan Maragall (Barcelona, 1860-1911), de próxima publicación en Edicions 62. Desde el primer día, mis colegas y yo fuimos conscientes de la necesidad de rechazar cualquier ordenación temática y apostar, en cambio, por una clasificación por géneros (poesía, artículos, discursos…), dentro de cada uno de los cuales disponemos los textos cronológicamente. Sin embargo, hay una diferencia importante entre la publicación de las obras completas de Maragall y las de Panikkar. Las de Maragall son las obras completas elaboradas, cien años después de la muerte del autor, por un comité de profesores universitarios. Las de Panikkar, en cambio, son las obras completas diseñadas por el propio autor junto a su colaboradora Milena Carrara. Naturalmente, todas las decisiones adoptadas son discutibles, pero el aval autoral les confiere como mínimo legitimidad.
Personalmente, pienso que la ordenación temática de la obra de Panikkar constituye un enorme acierto, y eso es algo que ha sido posible precisamente por el hecho de ser unas obras completas diseñadas por el autor. ¿Se habría podido optar por una ordenación cronológica? Puedo imaginar la progresión de volúmenes en unas hipotéticas obras completas cronológicas de Panikkar: escritos de juventud; etapa en el Opus Dei; Panikkar en la India; Panikkar en su madurez; retiro en Cataluña… ¿Tendría eso sentido? Tal vez lo tendría para el erudito panikkariano (¿cuántos hay en el mundo?), pero temo que tendría poco o ningún sentido para el lector común, incluso especializado. Una ordenación cronológica supone poner al lector al servicio del autor, porque sirve fundamentalmente para ver la evolución del autor. El autor es el centro. En cambio, una ordenación temática supone poner al autor al servicio del lector. El lector es, ahora, el centro. Si el lector quiere informarse sobre mística, podrá adquirir el volumen sobre la mística. Si quiere saber algo sobre el mito, podrá leer el volumen sobre el mito. La ordenación temática es, por parte del autor, un acto de generosidad. Sirve al lector, en lugar de pretender ser servido por él. Creo que honora a Panikkar el hecho de haber optado por una ordenación temática de sus escritos. Por otro lado, sostener que los textos de Panikkar son pluritemáticos y que cada uno de ellos podría aparecer bajo rótulos distintos supone entrar de nuevo en el terreno de las verdades de Perogrullo. Además, las valiosas referencias internas que van apareciendo a lo largo de los textos permiten al lector transitar debidamente guiado de unos volúmenes a otros, algo que en cierta medida resuelve el problema que plantea Bielawski.
Pero hay más. ¿Sería realmente posible establecer una ordenación cronológica de la obra de Panikkar? Temo que técnicamente es imposible, porque Panikkar es un autor que no abandona sus textos, sino que los reescribe una y otra vez, los funde y refunde con insistencia, los hace aparecer y desaparecer de sus libros en una asombrosa promiscuidad textual. Algún día habrá que escribir sobre esa peculiar relación que tiene Panikkar con su propia obra. Ofrezco un solo ejemplo que muestra la imposibilidad de una ordenación cronológica: ¿dónde habría que colocar, cronológicamente, los textos que integran la sección titulada La realidad cosmoteándrica en el volumen VIII de la Opera Omnia? Cuando leemos esos textos, ¿estamos ante el Panikkar de 1974, cuando presenta en público las ideas del primer capítulo, o ante el Panikkar de 1977 y 1989, que son las fechas en las que el autor publica los dos artículos que darán lugar a la obra? ¿O se trata del Panikkar de 1993, que es cuando reúne por primera vez ambos textos en forma de libro? ¿O es el Panikkar de 1999, cuando publica el libro en español? ¿O el Panikkar del 2004, cuando revisa a fondo esos textos para la edición italiana del libro? Bielawski parece ignorar el hecho de que la mayor parte de los libros de Panikkar se construyeron a partir de textos preexistentes, y muy a menudo a iniciativa ajena al autor. Que esos libros, en la Opera Omnia, se desmembren o se combinen entre sí de forma nueva, no hace sino responder al particular modus operandi (tal vez cabría hablar del modus scribendi o, mejor aún, del modus publicandi) de Raimon Panikkar. Esos cambios no causan sorpresa alguna en el lector asiduo de Panikkar.
Bielawski lamenta que la Opera Omnia no informe de la historia textual de cada uno de los capítulos que integran cada volumen de la Opera Omnia. En nuestra edición catalana sí ofrecemos la historia filológica de cada texto, es decir, detallamos con la máxima precisión posible (salvo en los dos primeros volúmenes publicados, donde fuimos algo más parcos en la información ofrecida al lector) las numerosas ediciones de cada texto en distintas lenguas. Si el lector consulta la «Procedència dels textos» del volumen II, titulado Religió i religions, encontrará la historia textual de la «Meditació sobre Melquisedec» que Bielawski reclama. Nada le ocultamos al lector. Ello prueba, además, que la edición catalana no es, como dice Bielawski, una mera «traduzioni fatte dalla matrice italiana». Le dije a Raimon Panikkar en una ocasión que yo no me había hecho editor para publicar fotocopias traducidas de una edición ajena, y recuerdo perfectamente cómo aprobó mi forma de entender el trabajo de edición en catalán de su obra. La matriz italiana es importante porque garantiza una unidad de criterios en la selección y ordenación de los textos que me parece que tiene para el lector muchas más ventajas que desventajas, y garantiza además que todas las ediciones incorporen las últimas correcciones aprobadas por Panikkar. En este sentido, que la edición catalana siga la editio princeps italiana es algo que creo que merece una lectura en positivo. Sin embargo, ello no significa en absoluto que la edición catalana sea un mero calco de la edición italiana. En primer lugar, porque toda traducción póstuma carece de valor ecdótico. Un ejemplo: el libro The rhythm of being fue publicado en inglés pocos días antes de la defunción de Panikkar; en consecuencia, la edición catalana del libro se ha hecho traduciendo del inglés (tal como se hace constar en la página de los créditos) y no de la edición póstuma italiana, sin que ello obste para que el libro haya sido debidamente confrontado con la versión italiana a fin de incorporar las correcciones de orden formal que la edición italiana realiza ante algunas de las múltiples erratas del aparato crítico de la obra en su edición original inglesa. Si el lector confronta las notas a pie de página de las cuatro ediciones existentes (primera edición inglesa, edición italiana, segunda edición inglesa, edición catalana), verá hasta qué punto es incorrecto hablar de la edición catalana como mera reproducción de la editio princeps italiana.
También me parece importante, ante una edición de obras completas de un pensador contemporáneo, tener en cuenta el propósito de esa edición para poder juzgar exactamente lo que esa edición pretende ser, y no lo que tal vez querríamos que fuese. Léase en este sentido lo que propone Bielawski: «L’edizione completa delle opere di Panikkar sarebbe un’impresa immensa. Dovrebbe raccogliere tutti i suoi testi nelle sue diverse versioni linguistiche […] e tutte le redazioni ed edizioni, per cogliere l’evoluzione di vari scritti in cui si rispecchia lo sviluppo del suo pensiero.» Sí, claro: es fácil desear una edición exhaustiva, una edición donde esté todo. Pero esa es una pretensión sencillamente imposible. Si por obras completas Bielawski entiende una edición exhaustiva de los textos en todas sus versiones, incluidas las traducciones controladas por el autor, es obvio que el género obras completas es inaplicable a Panikkar, como lo es a todo autor prolífico que revisa sus textos e interviene en sus traducciones.
Si una edición exhaustiva de los textos panikkarianos en todas sus versiones resulta imposible, temo que tampoco sería viable una edición crítica de sus obras completas, una edición que incluyera un aparato crítico que diese cuenta de todas las variantes con valor filológico. Lo cierto es que la Opera Omnia de Raimon Panikkar no se presenta como una edición crítica, y no se le puede pedir, por tanto, lo que le pediríamos a una edición que sí lo fuera. La ausencia de una edición crítica de toda la obra de Panikkar obliga, al erudito interesado en rastrear con precisión la evolución del pensamiento panikkariano, a trabajar no únicamente con la Opera Omnia, sino también con las distintas ediciones de su obra publicadas a lo largo de la vida de Panikkar (y con sus manuscritos, si algún día se permite el acceso público a ellos). Ese erudito no puede pretender que la Opera Omnia le ahorre su trabajo.
Bielawski dice que la Opera Omnia constituirá una Vulgata Panikkar. No me parece una mala imagen. Pero será una Vulgata que, en lo que respecta a la selección y ordenación de textos, habrá sido autorizada por el autor. Y que, al menos en el caso de la edición catalana (la única de la que me corresponde hablar), se habrá hecho partiendo de ediciones con valor filológico, que no son siempre las italianas. En Fragmenta, al empezar a trabajar en la edición de un volumen de la Opera Omnia, lo primero que hacemos es estudiar (con el coordinador de la edición, Jordi Pigem en el inicio y Xavier Serra Narciso ahora) la historia filológica de cada uno de los textos, y decidir en función de ese estudio de qué edición traducimos en cada caso, qué ediciones proporcionamos al traductor para que tenga delante, cómo hacemos la confrontación entre las diversas ediciones y la edición italiana… En consecuencia, la edición catalana de la Opera Omnia Raimon Panikkar incluye textos traducidos del castellano, del francés, del italiano, del inglés y del alemán, y otros que ya fueron directamente escritos por Panikkar en catalán (o textos cuya versión catalana fue revisada por Panikkar). En muchas ocasiones proporcionamos al traductor dos versiones del mismo texto (inglesa e italiana, por ejemplo), dándole indicaciones precisas sobre qué hacer en caso de discrepancia, de acuerdo con los hábitos científicos de la ecdótica y de la traductología contemporáneas. Tener delante dos versiones de un mismo texto permite al traductor trasladar al catalán el sentido de la obra y no giros específicos propios de una lengua determinada que pueden forzar a veces la forma de la obra traducida, que calcaría lo formal de una traducción ajena al autor sin atender a lo sustancial que el autor quiso transmitir. Por todo ello, creo estar en condiciones de afirmar que la edición catalana de la Opera Omnia no constituye ninguna italianización de Panikkar.
Vuelvo a la imagen de la Vulgata. Sí: estamos construyendo una Vulgata que facilitará la difusión de la obra de Panikkar. Pero lo importante es que la estamos construyendo a partir de los testimonios filológicos impresos con relevancia ecdótica en la fijación del texto. Creo que san Jerónimo no tenía al alcance tanto material como nosotros, y dudo que el utillaje filológico de su tiempo le permitiera trabajar con el rigor con el que trabajamos hoy.
Ignasi Moreta
Fragmenta Editorial